martes, 1 de enero de 2008

resaca


No todas las resacas son iguales. La de fin de año, por ejemplo, es más clásica. Provoca más dolor de cabeza que de costumbre. Es peor, porque se arrastra no sólo el recuerdo de la noche anterior, sino más de una resaca parecida. No sé la razón. Nunca me había importado tan poco el salto de esquí. Nunca habían sonado tan mal las violas y los violines. Creo que esta es la explicación de porqué aquí no hay afición a la música clásica. El único día que suena música de este tipo me rebota en la cabeza.

No sé por qué, siempre que tengo resaca pienso en hacerme vegetariano. Para imitar a los Flanders de los Simpson. Una actitud puritana, sana, vitalista ante la vida. El cuerpo sano ante todo. Pienso en comer bien rápidamente: levadura de cerveza, polen de ese de los potes de las tienda de comida de verdad, agua embotellada...paracetamol. Nada de excesos. Nada de carne de ningún tipo. Todo lo que sea rojo es pecado, es malo, va mal. Ser vegetariano me hubiera ayudado a no tener resaca. Estoy segurísimo. Es una idea recurrente después de una noche de fiesta: la transformación (deconstrucción) en un cuerpo equilibrado, sereno, ecuánime, digno de mí mismo.

Afortunadamente, hace ya tiempo que mi familia, por presión popular, anuló la idea de comer el día 1 de enero. No tengo hambre, ni ganas de comer, ni estoy hambriento. Y no puedo hablar con nadie, ni conmigo mismo................................................................................................................aaaarggg!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

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