miércoles, 3 de diciembre de 2008

el bello verano3



Las fotos de las cenas se suelen hacer antes de empezar, para recordar bien lo que se ha servido y lo que se ha comido. Todo aparece ordenado, curioso, como dicen algunos. Si las fotos se hicieran después, no se podría observar tan bien nada de nada. Los platos estarían más vacíos, las botellas se hubieran movido de sitio y hubiera aparecido alguna mancha en el mantel. Las cosas son así y no queramos cambiarlas.
Una encuesta hecha en Bratislava en 2002 demostró que el momento preferido de los comensales de las cenas era justo en los postres, cuando el alimento nutritivo en sí ha desaparecido y no interesa a nadie qué hay para comer. La encuesta demostró que la gente prefería conversar plácidamente a engullir por vocación. Por eso las fotos de los postres ya no reflejan la mesa. Se pasa a fotografiar las caras de la gente.
Porque entonces aparecen de golpe las frases interesantes, como que la canción de Family del bello verano viene de un libro de un autor italiano de postguerra que este año hubiera cumplido cien años. O que la publicidad influye en la sociedad más que la sociedad en la publicidad. O la misma frase al revés. O la misma frase explicada con un tono diferente.
O escuchar que en la vida hay gestos interesantes, como el de picar contra esa cosa metálica con el cargador de cafè para vaciarlo de restos o el de bajar las estriberas de la moto para llevar a alguien. O fijarse en los gestos de la chica cuando se da cuenta que el chico que tiene delante mueve los ojos hacia un destino que queda detrás de ella.

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