Cándido y su amigo empresario estaban en un céntrico bar de una periferia de una pequeñísima ciudad.
Mientras tomaba un café, su amigo empresario le explicaba su nuevo proyecto: se trataba de montar una empresa con un único servicio: encargarse de provocar alguna catástrofe en la casa de sus clientes con el fin de provocar un life event, un cambio de planes de la vida, un sotrac como decía él.
Cándido escuchaba embobado y le preguntaba cómo era eso de pagar para que te pasara alguna cosa gorda. Y si eso incluía un supuesto incendio.
Y su amigo empresario le respondía: si claro! un incendio también, y la clientela elegiría qué se podía quemar y qué no:
Entonces Cándido vio que no entendía nada.
Y el empresario lo entendió todo menos que Cándido no entendiera nada.
Mientras tomaba un café, su amigo empresario le explicaba su nuevo proyecto: se trataba de montar una empresa con un único servicio: encargarse de provocar alguna catástrofe en la casa de sus clientes con el fin de provocar un life event, un cambio de planes de la vida, un sotrac como decía él.
Cándido escuchaba embobado y le preguntaba cómo era eso de pagar para que te pasara alguna cosa gorda. Y si eso incluía un supuesto incendio.
Y su amigo empresario le respondía: si claro! un incendio también, y la clientela elegiría qué se podía quemar y qué no:
Entonces Cándido vio que no entendía nada.
Y el empresario lo entendió todo menos que Cándido no entendiera nada.
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